A veces pareciera que gusta paladear
el continuo deslice por la cuerda
vestida de equilibrista;
es uno de sus mejores oficios.
No sabe vivir sin el agónico grito
sordo
violento
que estalla desde el hueco más sin fondo
donde dicen que habita el corazón
-y el viento se queja porque no hay movimiento–
Las lágrimas gotas revientan
apuñalan
picotean
el espejo del charco en el que vives
-chapotean encima de tu tumba-
No hay vida más allá del suelo.
Un pedazo de agua espera
el roce de la lluvia.
sábado
Suscribirse a:
Entradas (Atom)